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ALMA LATINA

indisolublemente unida al recuerdo de un venerado ascendiente mío. Empren–

dieron unidos sus primeras campañas, resistieron Rmbos los halagos de los

poderosos y las inconsciencias de las mayorías y añoraron juntos en las ho–

ras tranquilas de la vejez sus días de oposiciones gallardas

y

censuras formi–

dables.

Los hermanos Cisneros encarna11 los dos momentos más característicos

del alma nacional. D. Luciano, tumultuoso Mirabeau de nuestros parlamentos,

patricio sin mancha cuya voz se elevó siempre vibrante y conde11c1.toria para

pedir el castigo de aquellos que ante el Perú crucificado se rifaban la túnicn de

sus últimas riqueuis.

Si hubiera vivido treinta años antes habría inflamado seguramente con

sus

procJamas el ~iército glorioso de D. Fe1ipe Santiago Salaverry.

Don Luis no fué el orador de las reheldías, sino

el

poeta de los sufrímien–

tos, el cantor de las decepciones y el madrigalizador· de amores desesp~ranzH–

dos. Tenía alma de trovero y era un ciego adorador ele la belleza, de )a bon–

dad y de la tristeza.

El uno foé la tempestad, el otro el arco iris, El uno

fa

ola que choca con–

tra el escollo y el otro la onda que muere en la playa susurrando el dolor de

una queja. Pero ambos fueron solo dos aspectos diferentes de ese mar siempre

igual y cambiante siempre de la eterna poesí<'!. La apoteosis de Luis Benja–

mín Cisneros

fué

su coronación. Esa ooronaei6n con que debió soñar Petrarca

en su lecho de muerte y (;JUe alcanzó eq

¡!:1

Granada morisca la gloria de los

versos sonoros de Zorrilla.

La apoteosis de D. Luciano hay que buscarla en los agitados días de cua–

renta años há, cuando al empuje de su verbo~brillante e inflexible como el

platino-se tambaleab;.in Jo:, gabinetes del gobierno del 72, y cuando los pue–

blos colocaban meclall~s de gratitud en su pechq generoso de luchador de

la idea.

' Fué en aquella famosa campaña del salitre cuando él, y con él unos cuan–

tos espírjtus fuertes e jndoblegables, pusieron toda su elocuencia al servicio de

la causa de los industriales tarapaqueños, cuando se repitieron los argumen–

tos y se deshicieron lo~ sotJsmas hasta el ex:tremo "de haberse podido con–

vencer a los bancos de los parlamenta ríos", y cuando por sobre la inteligen–

cia y la justicia se aprobó la medida de expropiación que no hizo sino agregar

fuego a la hoguera que más tarde debía envolver entre sus llamas los esplen–

dores de Chorrillos.

Toe.a a nosotros, los Redactores de

"Alma Latina"

recoger la herencia de

fortaleza y de fé de nuestros antepasados y hacer ·perdurar su obra a través

del tiempo,

GMO. LUKA

CARTLAND

HORAS DE AMOR Y DE PAZ

Horas de amor

y

paz de calma

y

dulcedumbre

Que desfiláis, monótonas al calor de la lumbre,

Horas que en el misterio de la noche sois raras