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DE LA QUINCENA

Los que se ~an

. Somos muy desgraciados en "Alma

Latina". Dese-rnciadísimos. Fio·úren-

• J

~

se Uds . que ahora estamos llorando.

Llorando de veras

y

a lágrima viva.

Es una desgracia irreparable, y Uds.

se· convencerán de ello al saber que

''ellos" se han ido.

-Pero ¿quienes son ellos?

- ¡Ellos! Ellos son el Sr. Bielich.

El

Sr. Guzmán. El Sr. Dancourt.

-Es una lástima ¡tan buenas per–

sonas!

-¡Hombre! Si eso era lo mismo que

decíamos nosotros,

El Sr. Bielich ¡tan gracioso!. El Sr.

Guzmán ¡tan precioso! El Sr. Dancourt

¡tan juicioso! ¡y se han ido!

-Una pérdida para lé,. Redacción.

-¡Oh irreparable! Figúrese que el

Sr. Bielich era un portento. Por eso lo

llnmamos a la Redacción, y desde el

1

er.

día nos dimos cuenta de ello. Nos

prometió un artículo de fondo. De un

fondo sensacional. Era de tanto fon–

dó que no pudo estar ni para el

2

9

número. Ni para el

3

9

En el núme1·0

cuatro lo estaba aún terminando. En

el número cinco lo estaba puliendo.

Y

no se dedicaba sino

a

escribir su ar–

tículo. Nosotros esperábamos. Con–

fiábamos . Anhelábamos, y ¡al fin¡ el

Sr, Bielich nos entregl°'1 un artículo

pa–

ra el N

9

6.

Había escrito su renuncia.

-¿Debe ser notable entonces?

-¡Oh! Notabilísima. Por ella podría

Ud. apreciar de todo lo que era capaz

el Sr. Bielich. Renuncia porque en el

número anterior hablamos de un gran ·

liUrato nacional. Un literato que no

tiene buenas

rela.:.:iones con la Igle–

s-ia. Y el Sr. Bielich es católico. apos–

tólico y peruano

y

por eso renuncia y

protesta. Es pues protestante y cató–

lico, pero "consecuente con sus ideas".

-¿Y

d

señor Guzmán?

-¡Oh el Sr. Guzmán! Es una lásti-

maque se haya ido. Un espíritu tier–

no y sencillo. Casi inocente. Era el ni–

ño mimado de la Redacción. Todos le

queríamos entrañablemente. Había–

mos prohibido las conversacior:.es es–

cabrosas. Por temor a que se asusta–

se. Y sin embargo alguien faltó a la

prohibición. Hablaban del Sr. Rey. De

sus aficiones tauromáticas. Alguno

contó las embestidas del toro, y el

Sr. Guzmán se asustó sobremanera.

La imprndencia nos ha costado ca–

ro. Porque el Sr. Guzmán no quiere

volver. Dice que esa noche no durmió

pensando en el toro. Tuvo pesadillas

horrorosas. Soñó con que el toro se

había metido en su cuarto. Y era un

toro fenomenal que tenía por cabeza

la del Dr. Napanga y el sobretodo del

Dr. Villarreal en una de las astas ...... ,

El Se Guzmán sintió que el toro lo

revolcaba,

y

que el Sr. Rey venía co–

rriendo, corriendo

y

mataba al toro

.

'

y desde entonces no

ha

querido vol-

ver. Al fín y a l cabo tiene razón.

En cambio el Sr. Dancourt renunció,

no al puesto de redactor que

el

esti–

ma más que al Sr. Rev, sinó a hacer

un soneto de catorce versos . Porque

le ha resultado uno magnífico con tre–

ce, y el Sr. Dancourt no~ lo ha ense–

ñado triunfante.

-Pero hombre est9notiene sino tre–

ce versos .

-¡Que inocentes! nos dijo: Esto tie–

ne doce .

- Nosotros vemos que son trece.

-Es que Uds. r.o comprenden estas

cosas. Son trece pero como uno se

muer~ siempre donde hay trece, ne

hay smo doce ......... ........ .

El 3er. año de Lelras

Es un año lánguido. Triste. Neuras–

ténico. Apenas si hay quince alum–

nos. Y la cuarta parte pertenece. al

sexo delicado. Ahí todo es pálido y