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ALMA LATINA
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calva amarilla, inmensa, ilimita<la,
donde ninguua idea parece detener–
se ni concretarse, y donde se podría
decir que nuestro pensamiento res–
bala, como sobre la cumbre neva–
da, los inexpertos piés del viajero
perdido. Mas allá de la calva ya
no hay nada tangible, no ·hay ex–
presión ni gesto; no hay más que
una cosa redonda, la cabeza de un
hombre, bajo otrn cosa redonda, el
el firmamento. Dos cosas, una pe·
queña
y
otra ilimitada, pero am–
bas inaccesibles, en las cuales el
razonamiento es torturante y la
logica débil y flexible báculo .
Hay pues en una calavera, unadua
1idad cruel de risa y de dolor, de
vida y de muerte, de sornhra v de
luz; tras de la risa franca, la ·pre-
\ gunta inquietante, sobre la gracia
luminosa de la nariz
trunca,
la
sombra tragica de dos cuencas va ·
cías; sobre la quebrndiza armonía
angustiosa de líneas retorcidas, la
curva ilimitada, grave y solemne
de la calva Y de ese conjunto com–
plejo, de la suma de aspectos, de
de ese reir que es macabro y de ese
dolor que es alegre, de esa sombra
que es mirnda y de _esos pómulos
iréinicos, surge la sintésis. intrinca·
da de esa gran caricatura de la vi·
da y de la muerte .
Cuando he dicho que la calavera
ds la más sabia
y
justa caricatura
eel mundo. lo he dicho porque creo
que la caricatura es un arte nobilí·
)
simo, tal vez el más sutil, el más
metafísico, el que eleva más el es–
píritu, el que más hace pensar. Su
misma simplicidad técnica, su sen·
cillez pUística, la pureza
y
modestia
de sus líneas, la austeridad de sus
colores, convencen que en ella más
que una delectación objetiva, hay
una simple y gran tendencia suge.
rente. De la contemplación de la
primera calavera nació . sin duda
alguna, este arte que culminó en
la inquieta y loca fantasía de Goya,
que se hizo triste y piadoso en el
conmovedor lapiz ele Steinlein, que
fué
frívolo y grácil con Fabiano,
inofensivo
y
amable con Ca ran
d 'Ache, grotesco y sangriento con
Avel Fai v re, rudamente materia–
lista con Leandre, espiritual y aris .
tocrático con Sem; este arte que
fué elegante en Inglaterra, espiri–
tual en Francia, geométrico
en
Alemania vulgar en España y la-(
mentablemente burdo en América.
En pocos artes caben mayor va·
riedad . más tendencias, más capri–
chos que en la caricatura. Hay
obras de arte como casi todas las
esculturas y lienzos de la edad Me·
dia, v entre nosotros la Terrible
Arqttera de Gabilan, qne no tienen
clasificación fuera de la caricatura,
y a las que es fuerza colocar en este
orden de irleas. Esto prueba que
los más grandes ingenios se han
visto arrastrndos ante
el espec–
táculo ele la vida p , ,reste arte ex –
traño
y
macabro a veces, grñcil
y
juguetón otras, pero sugestivo y
reconcenüado siempre. Así el espí–
ritu
dt.·
Goya. lleno de preguntas y
de co111ent::1 rios
inconexos,
vi ve
mRs en sus caprichos que en sus
lienzos .
( Continuará)
ABRAH ,\M VALDELOMAR.
M. E. HARO
y
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