ALMA LATINA
12
-····················································· .... ·········································-·········· ·····················•························•······························ ·····················································-
ciones increíbles. Desde el Salaverry de Uchumayo hasta el Be~avides d_e
Yerbateros hay una larga y dolorosa pendiente en la que la patna ha sufri–
do más de las tres caídas bíbli cas.
Al contemplar aquella gloriosa vida trn nea, al estudiar lo8 hurac~nes
de aquella alma, fundida con el hierro de
]¡:¡,
:-ll"~1.~,c:lura de algún conqu~s~a–
dor, no puede menos de repetirse la
frnse dPl
Yl eJO mae_stro de las trad1c10-
nes:
¡
Dios mio! ¿Por qué has r oto el molrle e11
que forJaste hombres como
este?
GUILLERMO
LUNA CARTLAND.
Ensayo sobre la caricaturaM
\ Dios ha sido el primer ca rica tu·
rista
y
su obra más perfecta es una
calavera. Imajinaos la sensación
del h ómb re primitivo a l contem–
plar entre sus dedos toscos, rígidos
y velludos la primera ca la vera. Se–
gu r amente l os hombres no hnn
vuelto a sentir mayor perplejidad
ante una mueca. La ca lavera es la
más a ntigua y más sabia caricatu- .
frade lo más trascendental del uni–
verso: la Vida. ¿_Qué puede sugerir ·
nos impresión más honda e inquie–
tante o más inefables pensamien–
tos, o elevar nuestro espíritu a l
misterio con más rapido vuelo . qtH'
la contemplación de una calavera?
Ella es como e l símbolo de la vida,
el más pavoroso documento ele la
fragil idad humana; ella ,1cusa el
rudo contraste entre
el
pasado que
fué siempre juventud y jovialidad
vir il y el futuro que es
y
será impe–
netrable masa de sombras, ya que
el presente sólo es convencional
instante van o
y
fugaz.
No sé si ha breis hecho esto, que
para San Gerónimo era dulce delec–
tación: tomar y analizar una cala–
vera. No
es
necesaria una gran
sutileza para descubrir en ella , des-
de el men l ón sólido hasta la calva
con ,·exn, e l trascurso de los hom–
bn:s
por la vida. Un a calavera
ti ene,
tijo
y
perenne, cada uno de
los g-randes
instantes humanos .
dese.lela nifi ez hastH la decrepitud.
desdeel 1rn ci1ni ento h asta la muer–
te, descle lo tangible hasta lo mis–
terioso. To 111 ad la base de la cala–
Yera v Yere i::; como el mentón cx–
tiendé :"u curva con g racia infantil
h éi.Sta term inar con fuerza en
J.a
dura seg u ridad ele las mandíbulas.
Se diría que sobre esa juventud
só lida surje aq uel gesto que nacien–
do insensibl emente sobre las man–
díbulas se dibuja; transformándose
suavemente debajo de los pómulos
y
triunfa-y esta ll a en la carcajada
franca, abierta, libre
y
perenne de
los clientes; asciende sobre e1los, se
congela en la gracia tragica
y
bre_–
ve
del
oscuro triángulo nasal, y
fugando de a llí , va a esconderse en
la negrura de las cuencas, que como
dos vórtices la atr aen con avidez
insaciable. Allí en las cuencas, ter–
mina toda la a legría de la calave–
ra, si seguis ascendiendo, ya no la
encontrareis nunca. Saliendo de las
apagadas cuencas no queda sino la