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SILUETAS

XIV

Son dos Siluetas hernrn nas y her–

manas no sólo por la graci;-i , belle ·

xa y simpatía, sino üimbién por la

arn, ·rosn fraganci a del alma y

la

in~enua bondad del cornzón.

Tienen el encanto supremo de la

elegancia y ;1traen por su frescura

primaveral. por su suavidad deli –

ciosa y por ese conjunto de dulzu·

ra, ele timidéz y delicadeza que for.

malo e.terno femenino.

Y mientras el azul de los ojos, di–

ce en una ele mel a ncolía , de amor y

de piedad, inmensa como los cielos,

hay en el negro lµminoso <le los ojos

<le su hermana, una vida inquieta y

palpitante que habla del sol y los

vergeles de Andalucía.

Sus nombres son luminosos y be·

llos. Uno es sonriente, claro y evo –

ca mundos de ensueño; el otro es

brillante, armonioso y triunfal.

En su raza se enlazan el prestigio

de una ccrona condal con la gloria

de unos laureles republicanos

y

bri–

lla la tradición de la belleza y del

ingenio incomparables de sus abue–

las, que en ellas retoñañ maravillo–

samente, floreciendo en la quietud

del jardín interior o surgiendo triun·

fadorameute, para expresar el a l–

ma de la raza, en la suprema forma

de ]os versos