ALMA LATINA
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Por eso una mañana perfumada
y
tibia del mes ele abri l pnsealrn ne1·
vi oso
el
a bue lo por el correclo r , en–
g·1fü1 ndo su impacienciaco11 un a pi–
pa a
rned
Í<
i
n
pagúrse, hasb1 que el
aleg·re ca m1 rnneo de los hernijes so–
bre el elllpedraclo calltjón y
e l
a lbo–
rotado l<1clrar ele los pen-os, anun–
ciaron la ll egada del huéspecl.
Don Luis n o venía só lo. Detrás
de él asomó su ru hia cn beci ta ele
lrn cfa,
la lind a
l
I a. rgot
en
qui en re
vivían las gracias d e s u nrndre,
cé–
l~bre belleza, hij a de un diplomúti –
co francés y esposa de do n
Luis,
mu erta en un accidente ferrovié11·io
hacía muchos años.
L os ,·iej o s am igos se uni eron en
un largo
a
brazo, en el que sosped10
no falta.ría ningu na lag1·i111ita ver.
gonza n te
y
la 1·ecié n
ll t>ga
dél supo
c1-1pb1rse a l momento la s impatía
de tod a la familia.
La estadía de Jo :, visitantes, que
al principio a 111 ennza ha
:-:er muy
corta, fué
a
la rgá ncl ose i11defi11id a –
mente. Los veteranos se
a
uasio11a–
ban
ha
blando de política·, dedm1
pestes de los h ombres
y
el e las cosas
de entonces y clejab :111 ClJ m¡.>l ac ie11-
tes que el a mor ,d etease en tornó de
sus ci1._-atrices
v
d e sus recuerdos.
Víct<•r, el
lÍijo p1·imorrénito del
abuelo y la
1indH
M:1rg-aritaforma-
1Jan la part>ja rn fls di chosa que es
posibk i11rn g in a rse.
El
inteligc n te
fuerte y buen o,
había
siclo
e 11 la gue rra
nn
héroe ni
ño que
h
ks
14
a ños snpo del plo–
mo enemigo ell
Sa
11
Ju a n al lacio J e
su rwdre. Fué 1llás ta1·d e en la Uni–
versidad de
S;.i
nto Tomás el más
popular y distinguido de los estu-·
dia ntes de su tiempo, hnsta que en
una tarde soberbia ele luces y de per–
fumes, regresó del camino que lo lle–
Yaba al estudio
y
rogó a su padre
huelo dejara \·ivir libre de la tir!'l –
nía de los libros y de la sociedad,
q11e
le permitiera quedars.:: en el
campo para d oma r potros, trepar
ce rros y caza
1·
leones. El abuelo
Pedro consi11tió m11y
ét
su pesar y
Víctor o lvid ó desde aquel día que
h abía mundo más a ll á del
Río
y de
los cerros ele la Cruz.
L a d u lee
l\la1·garita subyugó el
corazón de aquel misántropo de
25 años y rimaro n en la orilla de
los estanques dormidos
y
en la ala–
meda ele los verdes sauces. l a can–
ción siempre igua l y s iempre nue–
Ya de un idilio h asta que una no.
che, entre el júbilo de sus padres,
qutdó declarado el noviazgo.
La Iglesita de la H acienda se re.
mozaba co n premura. Brillaban
m fts c1legre que nunca las torres r e–
cién blanqueadas y las campanas
relucientes parecían es perar con
ansia el moment , , ele anuncia r con
sus r~piljues el triunfo del a mor.
Fél
1
tél ba una semana para la bo–
rla
y cun el concui-so de todas las
fa mili ns del contorno se organizó
11n
paseo
a
la montaña.
Aquel clía pasaba la medrosa co–
mitiva por
el
clesfilaclero de Bella–
vista ag respe y peligroso como un
pasaje alpino M.ientras los nobles
cu
ballos cuidadosamente coloca–
ban los cascos lo más lejos posible
del abismo, miraban los paseantes
a var ios cientos de metros de pro–
fundidad un oceano de verduras.
cuyas avanzadas trepaban por la
roca cortada a pi co hasta el borde
mismo del ca111in0 que iba ensan–
chándose h ast a
fo rmar una her–
mosa plazoleta, somb reada por
cedros bc:1jo los cunles se ha bía pre–
parad o el campestre a lmuerzo.
Los ginetes ba jaron
a
tiara y
Margarita del bn-1zo con mi madre
fueron
a
contemplar unr-t vez más
el mag nífi cc~ panorama de la s sel–
vas.
Atrnjo su atención una capricho.
sa y bellísima orquídea. EmerO"ía
de nn
rosetón de hojas verde~ y