ALMA LATINA
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distinguido, gentilísimo, bajo cuyos ojos van a desfilar mis humildes le–
tras. Y veo el adorable grupo de lectoras; son una muchedumbre de da–
míselas muy bien educadas. en cuyos candoro~os ánimos vive la espe–
ranza bajo la protección de la inocencia ....
(.Pero noto que estoy muy zalamero veamos cual es mi idea de
la
señorita.)
Señorita, ¡lindo vocablo, gracioso diminutivo de nuestro idioma!
que trae la idea de lo señoril, es decir, de lo caballeresco, lo noble, lo dis–
tinguido, lo altivo.
La época en que una niña empieza a hacerse señorita; es una época
encantadora ( os remito a mi
Aspecto X VIII de Balnearios).
Es la época
de los
tines,
como suele decirse en inglJs. (forteen, fifteen, sixteen.... . . )
Es la época en que la chiquilla alborotada
y
traviesa se pule
y
se refina,
y, cultivándose con am,)r propio y vanidad ¡legítimos!, adquiere los
atractivos y las gracias que la harán triunfar en la vida, siendo fdiz y
labrando la fdicidad del elegido .... Pero ....
Pero, he aquí el problema. ¡Encantos y atrac tivos, vanidad
y
amor
propio!
¿
Cómo conciliar torlo ésto, que huele a
.Hundo, Demonio
y
Car–
ne,
con la educación y la cu ltura cristianas? ¿Cómo unir a las necesida–
des de la vida cuotidianH. y de la sociedad-uñ poco frívola y un poco
perversa-en que vivimos, con el honclo sentimiento moral, con el deseo
inefable de bien, de verdad y de belleza?
¿
Cómo realizar éste prndi~io?
Porque, en verdad. es una cosa muy difícil; tanto que yo considero
que. para ser una cabal
.c;efiorit:1 de sor:iedad,
sin desmedro de lo que más
vale en los senti111ien tos femeninos, es decir, sin menoscabo de la d ,,!ica–
deza
y
el pudor, el desinterés
y
la sinceridad son necesarias, una ener–
gía
y
una nobleza
de carácter muy raras. Pues, para decir verdad. la
primacía de los inte re-.es moral es, la buena
fé,
la sinceridad, la cultura,
la pL1ra
_v
exquisita sen-;ihilidad, son (comu ha dicho alguien
baj e>
el
pseudónimo) cosas
111
uy recomendables: pero e~ preciso no hacerse ilu –
siones acerca de su eficacia en un ambiente social tan deficiente como d
nues-tco y como casi todos los medios de salón, de holgorio y div~·rti–
miento. donde las gentes de valía sólo van por necesidad; no por µla -'.er.
Mi posición no es la de un escéptico en esto de la eficacia d-:: las vir–
tudes más finas
y
discretas, cuyos éxitos, si bien no son ruid· ,sos, son
más duraderos e íntimos; pero pienso que r.o bastan la bondad y cuan–
tas cualidades gene,-osH.s pueda tener un carácter, para dar el triunfo.
Es necesario unir a la generosidad
y
a la sencillez de las virtudes puras e
indefensas, cuyo elogio-no sin cierta pícara incredulidad de vuestra par–
te-habreis visto hecho 'en vuestros libros de moral anecdótica ...... es ne–
cesario, digo, unir a esas virtudes cierta gracia, eierta coquetería, cierta
avisada vigilancia y hasta cierta malicia, para evitar que las prendas
más hermosas se junten determinando la candidez excesiva, la b9ndad
tonta. incapaz, y, por consiguiente, el fracaso.
Y una
señorita,
digna de ser llamada tal es, para mí, ésto, precisa–
mente, una niña muy bien educada que tiene frenos de oro para reprimir
todas las flaquezas, tanto las propias como las ajenas; gentil y fina en
sus modales, pero no lisonjera: refinada. si se quiere, ea sus gustos, pero
no mucho; elegante más·en las cosas del espíritu_ y d~ la inteli~encia que
en las cosas de· la moda; afable, espont:'\ nea, cantattv8:, no solo con los
mendigos, que a veces no necesitan de nuestra piedad tanto como algu-