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1'4

ALMA LATINA

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·•········

neo. Así origínal

y

despreocupad~·

Y así ha salido. Un grupo admi–

rable. Idéntico. De un p arecido co–

losal.

El señor Elguera ha salido inme-

jorable.

.

.

,

Inmortalizado en su ps1colog1a

personalísima

y

única. Rostro de

nigromante, abstraído en la eterna

preocupación de encontrar la piedra

:filosofal. Una preocupación que ha

absorbido toda su vida uni ve rsitaria.

S in llegar a r esol_rerl a nnnca .

Oh, p ero en cambio el señor Re–

vor edo a los pi es del señor Elguera

parece

h abe r en contrado aquella

fu ent e de felicidad: el amor .

Oh si el señor Elguera se hubie–

r a dedicado al amor hubiera r esuel–

to el probl ema. Con qué id ealismo

super amoroso hubi era dicho:

«Te

amo con la voluntad ci ega de Scho–

p e11auer, animalito de id eas co r tas

y

de cabell os largos» ....

Y el Sr. Revoredo deshoja una

margarita, que él sabe que ha. de ele-

. cirle «idola tría». A sus piés

y~c.e11

tus pétalos deshojados. Y los afici o–

nad os al simbolismo han creído l eer

en esos pétalos caído-como en algu–

nas caricaturas de «El Mosqui to» -–

diversas palabras : «Centro Universi–

tario».

«Viaje de recreo a Chile»,

«Presidencia vitali cia». Sucesión ele

Ulloa. Y en la .hoja que queda algún–

humorista ha pintado un p ar de ca–

chetes con anteojos que dicen ser el

señor Denegrí.

El señor Peñaloza está también

ahi , Fiero

y

arrogante. P arece que

por su mente cruzara

toda

la vi–

sión altanera de sus émulos: Cyrano.

Don Juan P etroni o. F élix de Mon–

temar. R evoredo . Deustua . Bergson.

.... y

el Dr. P erez. O sea la triple

virtud de su elegancia ¡oh corbatas !

¡oh chalecos! de sn talento filos ófi–

co ¡oh anteojos! ¡oh bachillerato! de

su fortuna amorosa (¡oh recuerdos del

3o. de Letras),

En cambio el señor Leguía

y

el se–

ñor Arancibia parecen decirse con la

mirada: « á lindo me ganarás pero

á

talle nunca.

El señor Garland está

también

ahí. Sonri ente. Amable. Diplomati–

que. Ni más ni menos que un miem–

bro de comisión de r ecibo en alguna

fi esta primaveral. Parece que se va

á doblar en una reverencia

y

á decir:

Pase Ud . .adelante caballero. Hasta

la

fl or del ojal quiere decir alguna

coquetería amorosa.

¡Oh el exacto

p arecido del señor Garland!

De costado junto

a

una maceta

donde florece una orquídea maravi–

llosa el señor Ureta busca una con–

sonancia. Dicen que al salir del taller

el señor Ureta tuvo la

idea

de hacer–

la consonar con ídea.

El señor Ulloa aparece en segunda

fil a . Al cen t ro del cuadro. Enorme

é

ironico. Detrás del señor Elguera.

Diriáse Mefistofeles tentando al vie–

j o Fausto. Al señor Ramírez que

está á su lado se le han puesto los

pelos de punt.a. El señor Iberico es–

tá ahí inmóvil. Como una estátua

de la edad cíclopea. Inconmovible.

Junto al señor Ulloa el señorMeza,

espera.

y ·

nosotros tenemos un desen–

lace fatal , P orque el señor Meza ha

prometid o estrangular al diablo.

El fondo es n egro. Negro como el

alma del comercio. Es que de fondo

ha sido puesto el sombrero del señor

Meza,

Este cuadro vivo se llama «Cuan–

do los p ájaros abandonan el nido. »

Y que bien representan sus pape–

les! Santa rosita el señor Garlan.'.l.

Ruiseñor el señor Revoredo. Buho

el seño r Elguera. El señor Ureta pi–

caflor. Aguilucho el señor Ulloa. Ga–

llinazo el señor Meza. Canario el se–

ñor L eguia. P ollito el señor Aran-