ALl\1~
LA
TINA
9
agotá,ndose po r . .completo . ]~
J._~
edición
y
conseo.1,ü,ivameT1te Jos
nuevos trabajos, jamás se vió _t1n
éxito de librería, wás asorn.b .rnso,
que el aqué l entonces, que según
el dich o de un co.D;tempor áneo «no
h aber leído «Pequeñeces»
er.a.lom ismo que salir á la call ~ sin som–
b1~ero ».
Posteriormente Coloma dió á la
estampa otras ·novelas : «P'or un
Piojo » d e finísima
sátira, sobre
la sociedad madril eña; sígnenle á
ésta, «J nan Miseóa ,, de encanta–
d oras
d escripcion es andaluza,s,
«Del Natural» , «La Gorriona»,
«Pilat ill9 »,
<'
Lecturas
recreati–
y.as». «O nentos para Niños »,
y
por ú ltimo «Boy»: la seni-ime11-
tal noYela de gran col orido, son
obras el e no eseaso valor a rtíst i-
co.
Pero ,el género en que m ás d es–
colló el
P .
Uoloma, es sin
el
nda en
el hi stóri co, dejando á un lado,
]a
novela acatada por
"\Va lte r
S :;ot t,
mác;
novelesca, q
Lle
lústó ri-
ca. Co lOina d eclicó~e
exclusiva–
me11te á la r E:p.opilaciqi-1 minu ciosa
de documentos hístóricos, de com–
p}eta autentic.idad; sol a. así, y me–
diante la v_iq,a é
imaginaci.óp.crea–
doras que supo dar á su s per sona–
j es; podemos admirar:
·
Una «Reina Mártir», pro ~otipo
de fideli dad á ,su religión, nos des–
cubre á María Estuardo, la sim–
pática r eina eseocesa. «
Ui¡i
J
ero–
rnÍlh
rn.odelo de bravura. y gene–
rosidad, nos presenta á don «Juan
de AustTia»
e:- 1
Héroe de Lepanto .
«Un l\larqu és de Mora» gallar–
do y apuesto .i.nfa'.1zór1. ,.
Y
en
fin
un
«Fray Eran.cisco« ,.. elevado
estudio hi s tóri co, sobre u11a, d e l as
mas emine;ntes p er sonalidades de l
siglo XIX en España: El Carde–
nal Ximenes d e Cisneros.
Es en es ta obra, gn e l e sorpren–
d e la, muerte,
a.l
genial novelista,
á qui en siempre nos uni rá un gra–
to r ecuerdo el e s n p ersonal idad.
Ln¡.;
DoR1~.
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·· ····················· ··
... ........ .. .
--------
(l cue11to d~ la quin(!ena
-1,
-<ni.
'{:1J UANDO YO ERA BOHEl\UO .
. .•
Por aquel entonces yo tenía un
gran h astío de la vida. No me
convenía con
sus burguesías y
suspiraba arclj enternente por
la
muerte . Esta no era p ara mi la
temida, l a
segador a
implacable
de l as fl ores en botón. Era por el
contrario la lib ertad ora , l a glori–
ficadora1 l a que en un carro triun–
fal de col or d e ébano, co n gran –
des pompones fúnebres, debí a con–
d u cirme al país maravilloso d el
N irvana.
Y
entre todas las rn.aneras de
t ermina r
l a existencia no encon–
traba ninguna tan poética con10
la muerte de l os bohemios y de