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debiendo irse a los Arjentinos, se ha venido a Santa Cruz; que
pudiendo ir a calentar a nue tros enemigos i hacernos la guerra
con ellos, ha preferido presentarse a las autoridades bolivianas
a riesgo de perecer en un cadalso. En esta presentacion volun–
taria, en esta entrega de su persona, en ponerse en manos del
Gobierno sin condicion ni reserva alguna, hai no sé qué no–
bleza, no sé qué bolivianismo, qué sublimidad de resignacion
virtuosa, que sin poder esplicarlo recomienda mucho el paso
que ha dado, i habla enérjicamente en favor de este atolondrado
boliviano, de un
J
eneral de la República, i sobre todo de un
desgraciado padre de familia.
Quiera Ud., pues, oir la voz de Ja clemencia i n6 la de la jus–
ticia: trátelo Ud., mi amado compadre, como a un loco, como
a un hombre frenético; mas n6 como a un criminal. La paz de
Paucarpata ha puesto a Ud. sobre las nubes por la magnani–
midad con que trat6 Ud. a nuestros enemigos los Chilenos;
¿i
un jeneral boliviano que se arrepiente de sus errores, que
puesto en el borde de la traicion no ha llegado a consumarla,
que lleno de rubor i de confusion se pone en las manos del
H éroe de nuestros dias, será ménos feliz que aquéllos? La cle–
mencia i jenerosidad con que lo trate Ud., querido compadre,
le colocará, si es posible, mas alto que el mismo Paucarpata.
Oiga Ud., pues, únicamente la voz de la piedad; siga Ud. los
jenerosos sentimientos de su noble corazon, i compadezca al
desgraciado L6pez, que en cierto modo, con su espontánea
presentacion, tiene algun derecho a la oferta que me reclama
Lafaye, en su carta que adjunto. Tambien incluyo la del sefíor
Velasco, cuya insinuacion es mui eficaz, i no debe desaten–
derse.
Miéntras tenga Ud. como ejercer su compasion i jenerosidad,
brilla aun mas su feliz estrella. Siga Ud. pues su poderoso
influjo i condescienda con los sinceros ruegos de su afectísimo
compadre, amigo
i
servidor Q. S. M. B.
MARIANO ENRIQUE CALVO.