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2.
Esto >
y
otros
mochs
discret ísimo s con
que T11n
$lhido
tr arar nuestrcs Poetas el ar5umrnro de
amor , lexos
de
rozar en el menor inconv<nienre , deben admicirsc : in re–
paro algllnO ;
y
er-i
este semido, no dudo le asi, ce
cod;i
1non
al Voy leau ,
para
decir
que
los
amores
rnn
ri~o
adorno del
Tearro;
pues ella es una
p3 ,ion
como
todJs
las <lemas
á
que
está sujeta nue!tr3 fr -. gil1 clad,
y
no e1r:i–
.20
n excluirl
a del Teatro
sino
eo aquellos ci.sos, en que
de–
.be
excluirse
e.Jetodas
p~ rtts
por
su ob1ec1d ad,
y
baxcza.
Si
debe pues
un
Poct:i
interna rse en
los afrcro.s
q..ie
imi–
CJ,
observando
con
puntualidad
y
acento cuidado
lo
que
en rales ,
y
cales c3sos n:ituralmen ce
hacen,
y
dicen
19~
:1gicados de una pasion como es la vr ngJnza
v.
g. la em–
Li<lia, la crueldad, el despotismo, la c01bri2guez,
ó
la adu ·
laci on, no
hay
inconveniente, anees bien cumple con rn
obli~acion,
el
Poeta que obse rvando con el mismo
rni–
da9o
los amorffsos movímienros,
se
de1 ic-nc en pinrar
(,111
amante
afligido, por cxemplo, triHe
y
desconsolado
en la
:ausencia ,
ó
muerte de
SLJ
amado, hallando natur3lmcntc
motivos de nuevo dol or
en codos aquellos
objetos,
que
en semejantes lances suelen acordn
mas viva
mm
ie
la tris–
te
memoria
que le
:ircrmen ca ,
y
fundando
en
ellos el con–
jun~o
de vellísimas li rcurntancias que hacen delttiosa
la
pinwra,
y
dulcjsima su ,expresion, sin el
men o r
peligro
,de
obsccnjdgd, como
puede
ver se en
el
~iguiente
rasgo
de
J,is .eglogas del' célebre Garcilazo :
Corríentes aguas,
pDras,
criscalin:is,
arboles
que os
c-scais m;rando en
eH:is
verde prado de fresca sombra lleno ,
aves,
que aquí sembrais
vu~H ras
que rellas