ALMA LATINA
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por el fuego de un optimismo que ad–
miro en silencio, y
:"lle es imposible
compartir.
Cuando vienen las nubes en carava–
ná
a
oscurecer su cielo l'as, recibe con
una s0nrisa. Cuando la desdicha quie–
re azota
do
la desarma con un gesto
de desdén . No tiene aún veinte años y
puede ya decir como Chocano que es–
cribió su nombre en las paredes de
una cárcel
a
donde lo llevaron los agi–
tados vr1i,·enes
de
la política.
Espíritu que no conoce las pasivida–
des ni
las
tibiezas
llevó todas sus
campañas hasta el últii;no extremo y
así como es entusiasta y rebelde, re–
voltoso y bueno-fué en el
1913
la per-
,
De "Kaleidoscopio"
Miguel Angel Urquieta ha tenido
_la
.ineza de enviarnos su primer libro.
Páginas hermosamente juveniles
y
audf-1.ccs en que se alternan la altivez
de las protestas
y
la
ternura de los
aznores.
Como un obsequio a los lectores de
Alma Latina copiamos una de las
crónicas que forman "Kaleidoscopio".
*
*
¿Te a:::uerdas, Buena mía, de aquella
viejuca casi ciega que caminando ape–
nas, en las noches de luna solía aso–
mar sus arrugas y sus canas al des–
tartalado bqlconcejo de la éasa pare–
daña? ¿Te acuerdas?
y
cuando, tu
apoyada en mi brazo suave
y
mimo–
sa-paseábamos nmestro idilio en la
azotea y al ver a la viejecilla musita–
bas en medrosa caricia de tu voz:- –
"Entremos, no sea que te vean"? Y
cuando yo, fanfarrón y riepte te de–
cía. "No temas, que le:\ viejuca apenas
si puede ya mirar a _sus recuerdos",
s0ni.6cación perfecta de aquel inolvi–
dable primer añó que se esforzó por
conservar su sana alegría y supo sus–
traerse a la influencia de una seriedad
tartufiana que no se concibe cuando
aún no se ha_acabado de pasar el um–
bra1
de
la
vida.
¡Sigue luchando y sigue cantando!
Las luchas templarán tu armadura
espiritual
y
la bruñirán tus versos
que hacen augurar un poeta de los de
la nneva escuela, de los que forjan sus
metáforas con montañas
y
escriben
sus sonetos con estrellas.
·
G.
L.
C.
y
al cabo, como tu te pusieras triste,.
te daba gusto y dejábamos
a
la vieja
asomada
a
su balcón atendiendo los
signos de luz de alguna estrella blan–
ca?
¿Te acuerdas buena mía?
.
.Pues la viejecita del espinazo enteco
y
encorbn.doy los ojos nebulosos, se
h
a muerto anoche, derrepente, calla–
dita
y
tranquila, como se mueren los
que dejan la vida sin dolor, como se
mueren los que dejan la vida por inú–
til.
Yo he tenido mue-ha pena. Cuando
vuelvas, ya no estará la viejuca casi
ciega encorbadita., doblada como un
arco de una flecha preparándose a
lanzar un alma a lo infinito, que ca–
minaba apenas para salir a, su balcón
en las noches de luna y que, como to–
do lo que estaba fuera de nosotros,
ponía en tu cabecita un infantil te–
mor, por mi seguridad tan cuidada
por tí en esos días de persecución y de
sobresaltos.
Cuando vuelvas estará vacío el bal-
concejo de la casa parectaña.
'
Mar-zo de
1915