Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 91 -No vuelvan ustedes a pronunciar esa palabra. Saben que no lo soy; que sólo soy un ... miserable capitán de bergantfn. -Chisssss! Calle. No lo diga usted. Ni esta aldea ni aquella princesita se lo perdonarían jamás. -No me lo perdonarían, es verdad. Quedándome o huyendo, siempre seré lo que no he querido ser: el aven- turero audaz, el tahfu de una honra, el burlador de una inocencia, el asesino de un .alma. Y confesando lo que soy sería mil veces peor. Porque a un príncipe se le disculpará acaso este capricho. ¡Huiré! Mi barco zarpará dentro de una hora, dejando atrás una estela de mentiras y de desi- lusiones ... ¡Qué desconsoladoramente triste todo esto! -Sin embargo, se lleva usted algo que le hará feliz al evocar en su espíritu la dulzura inefable de estas ho- ras -¿Cuál? -Ese romántico vals que sus marinos llevan y a en sus bocas por el mar, sobre la levedad de la lancha que les conduce al velero. Cuando el barco navegue por lati- tudes remotas, en las horas extáticas del crepúsculo, en las noches embrujadas de luna, bajo la caricia de los vientos alisios, esos hombres volverán a entonarlo y su alma revi- '\irá toda la lírica poesía de esta noche. . . Volverá a ver usted unos ojos azules, mirándole infinitamente ilusiona- dos. Pensará usted en un raro amor imposible, que es el más bello de todos los amores. . . Y, un día, quizá nos a- gradezca usted la urdimbre de esta farsa que le permi- tió....

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