Playas de vidas: novelas cortas

88 Rosa Arclniega Dejémosles beber el cokctail de su felicidad de amor a sorbos lentos, sibarítica~ ansiosamente, ya que de él ten- drán que saciar su sed durante el monótono cruce del gran desierto ~ . . Ella, la princesita, vencida por la fiebre de la emo- ción, echa la cabeza atrás, entreabre los labios . . . El cristal de otra copa ardiente se acerca a: ellos . . . Sí; u:n beso. Fué un beso. Hondo, cálido, concentrado ¡Misterios profundos de la vida! (Junto al rústico banco, una azucena> trémula, se deshoja. El sauce llorón que les entolda lanza un queji· do y deja caer, laxas, sus ramas para beber el rocío . de las hierbas húmedas. Murmuran las violetas una plega. ria. Aleteantes, las plateadas hojas de los álamos modu· Jan un suspiro . . . Arriba, el cielo se enorgullece de su in· finitud). Pero ¡silencio! Entre la arboleda, una fresca voz de tenor entor~.a ya, alzándose sobre las delicadezas del vio- lín, el motivo temático del vals. Veinte, treinta parejas si- guen el ritmo de la canción con los ardientes besos de sus bocas ... "La vida es dura, amarga y pesa; pero aún hay princesa a quien cantar" ... • • •

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