Playas de vidas: novelas cortas

rlaya de Vidas 8'7 la vida para esta aldeana sedentaria. Pero en sus horas grises --que serán todas las suy_as desde ahora- desta· pará el frasco de perfume donde se guardan las melodías del recuerdo cíe este instante fugaz para aspirarlo con nostálgicas voluptuosidades. ¿Y esas otras parejas? "El parque está poblado de rumores de besos" . . . . ¿No siente usted un extrañe· regocijo, compañero de excursi6n, prodigando alegría .g, los demás? Yo sí. Orgullo- samente reconozco este deífico poder nuestro de esparcir la felicidad entre nuestras criaturas. Pero ¡por tan poco tiempo ! ... · Porque -¡tributo inexorable!- "lágrimas serán mañana estos bellos sueños de hoy". Pero ¡aten~i6n! Ahí vienen nuestros príncipes. (No . espere usted ver cosas extraordinarias. En los grandes momentos emocionales de la vida, los príncipes y los mendigos son idénticos). La recia raigambre de un árbol centenario les brinda un rústico banco. Inconscientemente se han sentado en él. (No lo cambiarían por el rojo terciopelo del trono más ricamente labrado). No hablan. Transfigurados, si- guen embriagándose c~n el insistente motivo melódico de ese viejo y nuevo vals. (No trocarían, tampoco, un reta- zo de esa música efímera por el resumen de todas las fi- losofías que llenan de orgullo al mundo). Avidas, se han entrelazado sus manos. (Ese suave roce de sus epidermis vale para ellos ahora más que todos los sublimes estreme- cimientos que rematan la cima de toda creaci6n artísti- ca).

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