Playas de vidas: novelas cortas

-~ ~.'k '. .; ' Playa de Vidas • • • Escuchemos. Hasta aquí llega, como tamizado por un vaporoso tul, el leve eco del vals. Algo quizá muy pueril o m1Uy maravi~loso. Para nosotros, directores de esta far- sa1 nada más que una armoníia fugaz. Para nuestros per- sonajes, el eje emocionado de su vida. Su enorme poder de sugerencia irá a instalarse en sus conciencias más allá de las fronteras del tiempo y del espacio. Ella, La Hija Menor, peinará un día su plateado cabello de viejecita desilusionada y, sin embargo, no podrá oír este motivo musical sin estremecerse. Deshumanizada, irreal, la rea- Edad de esta noche quedará, en cierto modo, inmortali- zada ¿en qué mármol creerá usted? En el impalpable már- mol de esas almibaradas melodías. ¿Por qué sonríe usted con esa sonrisa de suficiencia? ¿Quiere usted decirme: "o en las páginas de las novelas que con todos estos motivos escribiremos usted y yo?" Pues bien; no, amigo mío. La novela, como todo ló que va vestido con formas concretas, no puede ser más que un clisé destinado a envejecer, a ponerse amarillento con el tiempo. Habría que inventar la novela desnuda y musical, la novela sin palabras, inconcreta, pura, estilizada, vesti- da únicamente con un ropaje de volutas de humo. Esa melodía acaso cursi que ahora se esfuma en el aire será la inmortalizaci6n de esta noche en dos espíritus. Sin ella, hasta en lo más deshumanizado que ha podido inventar el genio humano, en el cinema, la evocación de-

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