Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 83 todo sea una ' sangrienta farsa urdida por nosotros para burlarnos de su ingenuidad pueblerina. Acerquémonos, ensayando ante ellos, un saludo versallesco. LA MADRE. -¡Oh, si todo fuera una mentira! ¡No quiero ni pensarlo! LA HIJA SOLTERONA. - (Mira a un apuesto galán del cortejo). LA HIJA MENOR:- (Mueve, con un movimiento de ala de mariposa, sus párpados y clava en mí sus pupilas infinitamente esperanzadas). YO: -No; no hay mentira alguna en todo esto. (Mi- ro el reloj). Falta apenas un minuto para que llegue nues- tro invitado, y los príncipes son siempre puntuales . . . Pero ... silencio: ese rumor a la entrada del parque ..• , esos aplausos . . . Sí, es él; nuestro príncipe. Salga usted, compañero de excursión, a recibirlo. Acompáñelo hasta aquí. Y nosotros retrocedamos un po9uito ... Un poquito más. Así. Yo haré las presentaciones . . . A una señal mía, la orquesta improvisada inicia el preludio de una marcha triunfal. La corea la muchedum· bre del salón. El cortejo de aristócratas -disfrazados de aldeanos-, desbordado por ambos lados de la escalinata, lanza tres hurras entusiastas. ¡Hurra! ¡Hurra! ¡ Hurra! Viva nuestro príncipe! Vestido de capitán de marina, amable, arrogante, ai· roso, contestando con ligeras inclinaciones de cabeza a los vítores y aplausos, aparece en el extremo de la escalinata nuestro alto personaje. Mi colaborador y compañero de

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx