Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 81 La fiesta. Compruebe usted, excelente colaborador, lo que ha podido un sólo dfa de lírica actividad. Casi con una rapi- dez de mutación cinematográfica, esta inmensa sala vieja y destartalada se ha trocado en auténtico salón de palacio real. La amplia escalinata, cubierta con la pesadez de estas EJ.lfombras policromas. En aquel ángulo, el casi romántico estrado desde donde ejecutará el motivo de un viejo vals evocador la orquesta improvisada. Esas gigantescas arañas prismáticas que fulgen como joyas en el techo... Al centro del salón, la tersa pista entarimada y brillante, por donde st- deslizarán, con ritmo de besos, los pies de los enamora- dos ... Y rellenando todos los laterales hasta desbordar· se en catarata por la escalera, toda la abigarrada muche- dumbre de "extras", que son como el obligado coro de to- do baile principesco. Luego, abajo -deténgase usted a contemplarlo-, la serena esplendidez del parque, voluptuosamente dormido bajo el opio de la noche agosteña. No hay surtidores, pero el fru-fru aromoso de las camias abanicadas por la brisa, puede muy bien suplir la cadencia sensual de esos mur- :nmllos que son como el imprescindible aditamento de toda noche de ilusión. Sigamos contemplando nuestra obra: esos "parterres", recién regados, tienen algo de undosas cabelleras femeni- nas con el pelo cortado a la "garcon". Hay luces de colo- res diseminadas entre el boscaje, pero tan discretas que

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