Playas de vidas: novelas cortas

80 Rosa Arciniega YO. -No, no me }?.aga ningún reproche. Deje sus re- gaños para mañana ... después de la fiesta. .......................................... (Salen. La Madre moviendo la cabeza en señal de dis- gusto. La Hija Solterona, con la ingenuidad -elevada ca- si a tontería- asomada en el rostro. Como deslizándose por la muelle alfombra de unos sueños venturosos La Hi- ja Menor). Perfectamente; ahora nosotros, amable colaborador,. vamos a preparar el escenario. Escogeremos en primer lugar este salón sonoro, am· plio, finamente artesonado ... Esa ancha escalinata . que desciende, majestuosa, hasta la linde del parque le da cierto carácter de entrada de palacio principesco . . . Es- tos muebles severos, estos arcones ferrados, esta panoplia con sus armas oxidadas ... Resultará magnífico. Ahora, mientras hago extender unas alfombras si- lenciosas y sacar la vajilla de plata antigua, váyase usted a la calle a contratar las comparsas. Es imprescindible dis- poner de un gran cortejo para que nada eche de menos nuestro príncipe. La labor será sencilla. No tiene usted más que hacer correr de casa en casa la falsa noticia de nuestra verdad poética. El salón resultará insuficiente. Durante unas horas, nuestra imaginación hará vivir un mundo de sueños ultrairreales a esta aldea· vulgar, a- modorrada, desde . hace siglos, en el más desesperante co- tidianismo. • • •

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