Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas f1 do la avidez de un suspiro. Paletamente asombradas, las tijeras se han quedado con la boca abierta sobre una silla. El gato gris del Silencio ha hecho mutis refunfu:fíando). Miren hacia el parque. ¿Qué ven ustedes alli? LA HIJA SOLTERONA. -¿Allí? Nada; la ventana de su habitación. Y, debajo, nada tampoco; un sector del jardín. -Bien; pues anoche, estando yo en esa ventana, apa- reció en el parque un juglar y me recitó sus versos. Otro asombro: -¿Un juglar? -Sí, un juglar. Un juglar que :pretendió después es- calar el muro para meterse en mi cuarto. ¿Creen ustedes que miento? No; aquí está mi compañero de excursión que podría aseverarlo. El también alcanzó a verlo desde su alcoba. ¿No es verdad que también usted lo vió? ce -Sí, efectivamente ... Anoche ... , serían las do· LA HIJA SOLTERONA. -¡Huy, qué miedo! LA MADRE. -Habrá que dejar suelto al dogo. LA HIJA MENOR. -¿Y era joven? -Sí . . . Quizá veintisiete años . . . Quizá treinta. Y esta mafíana . . . , esta mafíana hemos presenciado cosas estupendas en el mar. Escuchen ustedes: salía el sol -a- sediando con sus flechas doradas todos los escondrijos de la sombra-, cuando de allf, de aquel escollo en que se pei- nan ahora las olas, emergió el torso de nácares de una

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