Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas • • • El escenario que se proyecta ante nuestra ventanilla no es más que un mínimo preludio de olvidos urbanos. O, si usted quiere, un previo .bautismo en las aguas del Jordán de la Naturaleza. ¡Lavémonos en él la costra ais- lante de nuestra insensibilidad ante lo primitivamente vir- ginal! Retrocedamos en el tiempo y en el espacio hasta convertirnos en infantes que palmotean de gozo ante to- dos los gratuitos espectáculos cósmicos que se ofrecen al -asombro de sus pupilas. ¡Qué airosas esas montañas . . . ¡ Cómo se empinan para alcanzar fas estrellas! ¡Qué bellos esos valles en man- tillas! ¡Qué magia la de ese claror lunar!) Adelante. El tren, embozado en la capa de la noche, representa nuestra última conexión con la vida urbana -ya casi in- comprensible- que ,dejamos atrás. Amanece. La Aurora -como virgen concreta de la mañana- no existe. Pero usted y yo la veremos. Así: hecha concre· ción, figura, imagen. ¿Verdad que la vemos como una celeste diosa pagánica, esparciendo luz con sus dedos so- bre el mundo? Mírela usted descender, sutilmente envuel- ta en tules de rocío, por aquella verde colina del fondo. Su cabellera, áurea y rizada, deja estelas luminosas por las praderas. Sus brazos -guirnaldas de nardos- a- carician a los aires. Brotan amapolas rojas donde se po-

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