Playas de vidas: novelas cortas

Rosa Arciniega sugerente de la noche -perfumado pulmón por donde ustedes aspirarán todo el enervante vaho de las flores re- gadas al atardecer, todo el azogue intoxicante de la luna en plenitud-. Dato interesante: sobre la mesita enana, un plateado cubo con hielo refresca la alta fiebre pasional de una bo- tella de champagne, a cuyo cuello se anuda una primo- rosa servilleta. A usted, maravillosa Marta Hoppe, no es necesario imaginarla. Con el mismo traje de anoche está usted ante nosotros, mostrándonos su seductora belleza. Unicamente ese púdico abrigo que apenas sí recubre la desnudez de sus hombros desde las frescas horas del amanecer. ¿Me permite usted que se lo quite? ¿Sí? Gracias. Fina, estilizada, armoniosa, sinfónica . . . Es usted la estampa ideal de la amante presentida. Así le esperaba Usted a él. Bien; ya ha llegado a su chalet, perseguido por un. enjambre de emociones, Julio Ripolte. Se acerca usted . . . Un apretón de manos . . . La serpentina de una invenci- ble perplejidad se enrolla a sus gargantas ... Luego, las primeras frases banales. Saltan, manecillas agitadas del gran reloj pasional, sus corazones. Las abejas ardientes del deseo bordonean entre sus labios. ¿Quiere usted seguir, impenetrable Marta Hoppe? ¡Atención! Marta Hoppe, sugestionada, va a hablar. • • •

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