Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 53 -Seguir, no; voy a rectificar. Usted, hada astuta de u la curiosidad, ha intentado ensayar unas vagas explora- ciones por las zonas de mi espíritu, pero ha fracasado en sus proyectos. Mi verdad ~¡la mía!- es otra. Cierto que fuí espía; que mi vida fué de la absoluta propiedad de él; pero ha olvidado usted decir que, junto a ese sér cuyo nombre no quiero pronunciar, yo fuí una torturada, una víctima. -Ah; entonces, la idea obsesionante que ... -Sí; "imposición sexual: monstruo". Comprimida en €lla está toda mi dilacerante tragedia. Le aborrecía. Le odiaba. Era una repugnancia superior a mis fuerzas. Y, sin embargo, ¡había que tolerarlo! Yo lo toleré, le sufrí, le soporté. Tenía encendida siempre en los carbunclos de sus ojos la roja llama de la lascivia. Amaba mi carne, y la buscaba -ebrio, sediento, encanallado- a todas horas. Su hórrida fealdad de_monstruo parecía querer vengarse en mi belleza lírica y espiritual. Babeaba su boca hedion- da en la mía gérmenes de morbosidades. ¡Piedad! ¡Pie- dad! ¡He estado soportando las caricias de un reptil du- rante ocho años -ocho eternidades-. -Calma, admirable Marta Hoppe. Se excita usted de- -masiado . . . Puede sobrevenirle un ataque nervioso. Ha- ga usted una pausa. Así ... (Pausa). Ahora, continúe us· ted. -No puedo. No me haga usted recordar ... -Intente un pequeño esfuerzo. Domínese. Hable. An- tes, por el método sugerente, recordó usted una frase muy ofda.

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