Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 49 * * * Siempre había sorprendido a todos su vida extraña- mente anecdótica. Sin saber ciertamente por qué. Su retrato físico: Era bella, inefablemente bella y se· ductora. Rubia. Ojos verdes. Boca fina, asexual. Tersos y enhiestos pechos, pero sin vibraciones sensuales, sin tem- blores de humana voluptuosidad. Piernas largas, estiliza- das, sinfónicas, pero no incitantes. Unica sugerencia de su contextura psíquica a través de su retrato material: además de su extraña figura, ya casi etérea e inasible, caminaba siempre entre el halo de un perfume exóticamente raro. Era una ~ujer difumi- nada en la niebla de un misterio. Salía mucho. A las horas más contradictorias. Por la mañana, al oscurecer, a media noche. Se la veía en los salones de té, en los cinematógrafos e~egantes, en los pa- seos aristocráticos, en las tiendas más suntuosas. Pero siempre sola. Siempre, separada del mundo circundante por esa neblina misteriosa que fluía de su cuerpo. Un detalle importante en la vida de Marta Hoppe: su marido era un hombre viejo, contrahecho y huraño. Tam- bién alemán. Su estampa -estampa de hombre materia- lista- podría sugerirse así: además de su figura, ya casi sanchopancesca, aparecía siempre envuelto en el humo Espeso e insoportable de un puro descomunal. Salía poco. Rara vez, acompañándola. Pero, cuando lo

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx