Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 85 ba con los ángeles. La oiré otra vez cuando ya no necesite salir de tu garganta para ser escuchada ... Laura, Luisa, Alicia, Ofella no me hables. No me es- cuches. Todo el mundo, aunque sólo sea este pequeño transatlántico, está lleno de tí. En todas partes te veo. Ig- noro si en él van trescientos pasajeros o ninguno. No sé de más inquietudes que de ésta. No me importan ni la cabina de mando ni el sextante. Soy todo el Universo. Y tú, mi centro. Pero, ahora, aqui me tienes, a tu puerta. Humilde como el cordero que albea en las laderas. Abreme. Ahora te lo pido. Quiero ver cómo,•una a una -pétalos de rosa-, se van desprendiendo las gasas que cubren tu cuerpo; cómo reclinas tu cabeza en la almohada, qué gnomo de los silencios viene a cerrarte I.os párpados con una vara de nardo. Quiero atisbar tu rostro mientras duermes, pa- ra que él me diga tu secreto. Quiero . . . ¡Ah, corazón! Eres la Debilidad. ¡Eres la Vida! A tu cabina. A tu jaula de cristal. Déjate dominar por el cerebro. Cerebro: tú diriges un mundo apoyándote en las es- trellas, pero no en la que ahora duerme bajo tu cabina. Tu línea es la recta, no la curva. Deja la claraboya de luz. Deja tus radiogramas. Vé a ver los que se enredan en las antenas de a bordo. Baja, si no, a lo profundo, y observa cómo mugen las pasiones, hechas vapor, a una enorme presión manométrica. Maneja, con la más fría exactitu~ el volante del timón de tus Destinos.

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