Playas de vidas: novelas cortas

34 Rosa Arclniega quién eres, y a dónde vas, y cómo te llamas, y quién -si hubiera alguno- podría ser el dueño de tu coraz6n~ Quiero saber qué recónditos secretos hay detrás de esos ojos tuyos ine;xcrutables, qué suspiros tras ese pe- cho tuyo revolucionario, qué angustias en esa garganta tuya nacarada. Quiero saber si tu cuerpo ha tiritado bajo algún contacto; si esos labios tuyos, ahora rojos, como una inaudita pasión, quedaron un dí~ exangües en una multiplicación infinita de l;>esos .... Si es así, el amor no dejó en tí huellas. "No hay en tí signos de la mancha original". El látigo implacable no dejó amoratada tu espalda, no desacordó ningno de tus ritmos. Quiero también hablarte. Pero ¿qué te diré yo? ¿Qué palabras pondré en mi boca que no dejen traslucir mi pasión? ¿Has oído? ¡Pasión! ¡Sufrimiento! Sí; sufro. Sufro. Pero no quiero que tú lo sepas. Por- que quizá entonces me privaras de la tortura divina de ver la trémula agitación de tu vestido, de la gracia pa- gánica de tus sonrisas, de sentir los dardos vehementes que me diriges desde tu lejanía de estrella. Si supieras que por tí sufro desgarradamente, quizá, a estas horas, no tendrías encendida la luz de tu camarote; no me deja· rías la ilusión de creer que a estas horas -¡a estas ho- ras!- estás deletreando, uno a uno, los ilegibles telegra- mas de mis miradas . . • No, no quiero tampoco que me hables. Porque conoz- co tu voz. La oí, cuando, antes de materializarse, dialoga·

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx