Playas de vidas: novelas cortas

290 , Rosa Arcinlega sabes. No rpuedes imaginarlo. ¡Me engañaba! Me engaña- ba, ¿sabes? Me ha engañado. ¡Ella! Un fingido gesto de expectación en mi rostro... , el ligero subrayado con mi cabeza de algunas frases inocen- temente rid~culas que me provocan a risa. . . ; alguno que otro monosílabo aprisionado entre dos pares de ad- mira1Ciones. . . . Nada. Las playas de vidas tienen reso- nancias para todos los tonos, compases para todos los ritmos del cora,z6n. Con este no concuerda bien el "jazz- band", y la orquesta oficial del establecimiento -como si quisiera facilitar mi labor_ inicia los preludios de un tango sentimentalmente cursi, suave, dulzón, extenuante. Sigo .escuchando: --La ingrata me engañaba. A solas me decía. --¿Es la letra del tango? --.No; es mi drama auténtico, mi tragedia. -iAh! -¡La mataré! ¡La mataré! ¡¡Pérfida!! La mataría. -¿Y por qué? ¿Para qué? La vida es corta. Pronto se aburrirá con el otro. . . . A la tercera copa de "IClhai:mpagne" surge la primera sonrisa, el arco iris del alma tras la tem.ipestad violenta. Ya pasó el peligro. Ahora sólo se trata de prolongar esa sonrisa hasta hacerla estallar en una carcajada. Después, infiltraré un poco de deseo para contrarrestar anterio- res vehemencias. Vehemencias sentidas por "la in- grata". De eso se encargan mis piernas, malignas incitado-

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