Playas de vidas: novelas cortas

280 !tosa .A.rciniega tad a la lo,ca dínamo de mis nervios. Y, extáticamente quieta, aguardé la voz de la Bobitos, de una Bobitos hierática a la que irrev:erencia me hubiera parecido nom- brar ahora Bobitos. No me llamó. Pero, tras una pausa, empecé a perci- bir claramente sus palabras, dirigidas a un cortejo in- visible, del cual yo -únLco ser visible- formaba parte. -Gracias, señores y señoras -dijo ella-, por sus gentilezas y atenciones; por haberme acompañado en es- te día, el más feliz para mí. Siéntense ahora aquí, en el parque de este mi palacio, y dígnense aceptar la esplén- dida cena que ahora les haré servir. Comprendí. Me senté. Hice varios ademanes como de saludar a alguien. Luego, "comí el pan y bebí el vi- no" de aquella cena, mirando a hurtadillas a mi hués- ped. Oía el murmullo de su conversación con sus invita- dos invisibles. La veía inclinada sobre el costado izquier- do, "escuc'hando" las palabras de amor de su "esposo"; irguiendo de vez en cuando la cabeza para agradecer saludos inaudibles. La ví después ponerse . en pie y exclamar con una dulzura de voz ultraterrena: -Infinitas gracias, huéspedes amaibles. Fijos tendl'.'é vuestros nombres y vuestros rostros en mi imaginación toda la vida. Y ahora, perdonadnos. Mi esposo y yo nos retiramos a: nuestra cámara a vivir el amor de esta primera noche nupcial. Buenas noches a todos.

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