Playas de vidas: novelas cortas

Playa ide Vidas No se conocían sus ideas políticas. Ni sus aptitudes femeniles. Ni sus creencias religiosas. Se ignoraba i~clu­ sive si poseía algl.ina noción del mundo externamente maravilloso en que vivía. En días de huelga o de terror societario, en esas ho- ras medrosas en que la gente ",con sentido común" se encierra en sus casas para hurtar el cuerpo al golpe se.. co y fatal de "una bala perdida", la Bobitos, ignorante del peligro -o sin miedo al peligro-, seguía describien- do sus precipitadas parábolas ambulatorias por la urbe con la misma superior inconsciencia -o con la misma superior regularidad__. ·con que se producen los fenóm¿>- nos sísmicos. Ella un fenómeno natural más de aquella ciudad. Como la salida del sol o de la luna, como la lluvia o co- mo el trueno. Los mayores de cuarenta años sabían que la Bobiitos habría muerto el día que dejase de pasear por las calles de la capital. No tenía, desde luego, horas fijas para su recorrido; pero .su tránsito era seguro, exacto, matemático. Era de edad indefinible. Podía tener treinta y cua- tro años, cuarenta y siete, cincuenta. . .. Su rostro ~s­ taba ajado, mustio; su cuerpo era sólo el revestimiento epidé!'IIDrco de una armazón ósea; esencia de espíritu pu- ro eran su:s ojos. Y como tal espíritu -ingrávido, im- ponderable, sutilísimo- se movía de un punto a otro con incomprensible agilidad. Sus pies no pisaban en el suelo. Por lo menos, no dejaJban huellas en él.

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