Playas de vidas: novelas cortas

276 Rosa Arciniega preocupado, tan grande- no le importaba nada. Como no le :iunportaba tampoco la propia vagabunda. Ajeno a aquella existencia ilógica, cuando más el mundo volvía la cabeza, al verla pasar, para mofarse de ella con un -iAdió.s, Bobitos! Se le conocía por este nombre ~bautismo practicado por cualquier sacerdote popular y anónimo~, y ella con- testaba siempre, agradecida, con una ligera inclinació~ de caíbeza. -iAdiós, Bobit:os! ·-¡Adiós, Bobitos! Y la Bobitos, repartiendo sonrisas, seguía caminan- do presurosa --<Con el manojo de las flores blancas en la mano; pulcra, lavada, ágil-, como si la acuciara una ur- gencia en algún punto definido de la ciudad. Una calle .... , otra .... , otra. Se la veía tan pronto en un extremo como en otro, subiendo y bajando agudas calzadas, metiéndose por entre todas las plazuelas y ca- lles estredhas, tejiendo y destejiendo caminatas por las anchas avenidas. A veces, sucedía que un mismo via- jante de los que realizan sus ventas en automóvil se en- contraba con ella en cilllCo o siete puntos distintos de la ciudad. Y siempre ha!bía contestado a su saludo sar- cástico con igual sonrisa, con ~déntica inclinación de ca- beza. No hablaba jamás con nadie. Rehuía todo intento de interviú. Ni se .detenía frente a los escaparates. Ni for- maba. parte de ninguna aglomeración popular y curiosa.

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