Playas de vidas: novelas cortas

258 Rosa Arciniega tro... , Laura y Victoria se disponen a salir a misa. Cada una en su alicuba -"la compañía es peligrosa", di- ce Victoria- hacen 'sus preparativos. Medias, guantes, trajes ridículamente cursis, un velo, un libro de oraci:>- nes. . . . (Laura mira de soslayo hacia el blanco vestido de su primera comunión, nostálgico en el fondo del arma- rio). Salen. . . . Silenciosas, modositas, recatadas.... Los vecinos las saludan con respeto. (Laura se atre- ve a mirar a los go1fillos del aire que juegan a la liber- tad por los recovecos de las enramadas). E'n el camino se cruzan con un jov·en: pelo rubio, claros ojos, frente limpia, sonrisa confiada y atrayente. Laura lanza el anzuelo de su mirada vehemente a la voracidad del transeúnte. El desconocido prende su ~­ tención en el anzuelo sedeño. Sorprendido ante tanta be- lleza, la contempla extasiado. Y se encamina tras ella. (Victoria nada ha visto. Laura daría media existen- cia por entornar la cabeza). La iglesia. Una estrecha iglesia casi rústica. Paredes encaladas. El altar mayor, oculto tras unos manojos de flores artificiales. Al tomar el agua bendita, Laura se ha vuelto a mi- rar. Sí; allí, a dos pasos de distancia, están los ojos que busca. ¡1E1stremecimiento! ¡Frío medular! Laura · cree sentir en su .nuca el botón ardoroso de una mirada penetrante. Hierve su sangre. Su cerebro es

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