Playas de vidas: novelas cortas

254 Rosa Arciniega cuerpo reseco para incendiarlo en hogueras. Sobre su es- píritu lacerado sopló, muchos amaneice~s, el simún de los extravíos pasionales). ¡Qué magnífica su lucha contra sí misma en el pl- cacho de la doliente abstinencia! (Veinte siglos de ascetismo la contemplaron asom- brados). * * • Cuando tenía veintisiete años murió su padre. Un año más tarde., su madre. Aquel dolor volvió a acercarla otra vez a los hombres. Conoció uno: Ignacio. Ignacio -sentimental, com- prensivo- se apiadó de su desgracia. La acompañó algu- nos días. Juntos, ,contemplaron varias tardes, el éxta- sis de los crepúsculos. Castamente, quizá si una mano de él retuvo por un segundo las f~briles de ella. (¿Se dije- ron al.go que pudiera parecerse a una insinuación de a- mor?). Un día, Ignacio desapareció súbitamente para no vo~- ver. Victoria le siguió amando. Sobre el picacho de su abs.. tinencia, construyó un ara donde ofrendar sus sacrifi- cios a la lejana Esperanza. (Desde la azotea de su casrr, escruta la línea del horizonte intentando descubrir la hue- lla del fugitivo. Sobre la planicie soledosa de su alma canta la alondra de los recuerdos).

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