Playas de vidas: novelas cortas

248 Rosa Arciniega Frente a la extraña incQg'nita, agoto todas mis po. ¡,1 í'. ·,, sibilidades de cálculo. Pudo ocurrir, por ejemplo, qu= l:'' . .Ja hermana mayor ~por prolongada contención sexual, por pura necesidad de amor_ se hubiese enamorado del novio de la m en or . ... ¡Imposible ! Sólo lo ha visto una vez. No han habla- do siquiera. Bien; per o aceptemos esta suposición. Se ha enamo- rado de él en ese primer encuentro. Lo ve, luego, llega~ a su casa. Y, sugestionada cree ser ella la auténtica no- via. Recela de su herm ana menor que se interpone en- tre ellos .. R:.va1idad. Celos estrangulados. . . Sus repri- mendas a Ja hermana son sólo el disfraz de esta auténti- ca realidad. Extraondinariamente dudoso todo esto, pero como está dentro de la escala de las posibilidades, tenemos que agotarlas todas. Sigamos. Inopinada, imprevistamente, zigzaguea en el vientre de la tem;pestad pasional la lívida culebrina del crimen. La hermana mayor concibe el asesinato de la hermana menor. La mata porque es su rival. Por eso no hay llan- to. No hay pesar. No siente arrepentimiento. Aquí se manifies ta algo, sin embargo, que nos des- pista, que modifica todas nuestras hipótesis. ¿Qué quiere decir aquello de "más pruebas, más pruebas, Señor", con que la protagonista del crimen so!lprende a los espectado- res de su acto? Al pareeer, hondo grito de creyente que inmola su dolor en el ara de la fé. Pero dolor ¿por quién?

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