Playas de vidas: novelas cortas

PJaya de Vidas ¡Mi angel de las alturas no ha venido hoy a mi urb~ profun1da! Pero vosotros _¡dedos míos mecánicos!-, seguid, seguid ordenando sin interrupción operaciones aritmé- ticas. Sin dejar traducir, con inútiles crispaciones toda la violenta tem¡pestad interna que sacude mis entrañas. Vosotros estáis heClhos para marcar cifras, para abrir puertas de subterráneos, para aplacar morbosas convul- siones, no para prenderos de embletrnas que llevan al cielo. Os enfangasteis demasiado ya en este lodo pegajoso, e!l estas monedas de cobre -algunas veces de plata_ que, una a una, ciegamente, van cay·endo ante el pedestal de mármol. • * • Las doce y media. Sigue descendiendo el río de fugi- tivos de la urbe. -Uno de quince... . -Uno de veinte... . --Uno de diez... . Gira sin descanso el rodillo de mi caja registradora. Y yo, con ella. Hemnética a toda curiosidad. Indiferente a toda inquietud. Mecánicamente insensible como estas teclas, como esos trenes, como .esas puertas de los vagones obedientes a un botón. Y, de pronto; una voz: -Dos de veinticinco.... '

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