Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 223 él: salvar111e la vida. Pero en circunstancias tan dramáticaB, en un momento tan trágicamente arriesgado para mí, que .... Escúchame: tú eres la única persona que tie- ne deredho en el mundo a conocer esto, aunqu~ estoy seguro que, después de oírme, tampoco has de com- prenderlo. Es natural: tendrías que haber vivido aquello como lo viví yo, como lo vivimos nosotros. Era en 1915; yo tenía entonces veintisiete años y estaba en las trin- cheras. Una no$e .... Con un angustiado temblor de emoción en la voz, M. de Merillac evooó aquel instante definitivo de su existen- cia. Des:de diez días antes se notaba en el frente eneunig:.> un enigmático silencio, precursor ,probablemente de una retirada o de un avance impetuoso, y el Eistado Mayor, intensificaba por todas partes los medios de realizar una certera exiploración. Los "deslizamientos" nocturnos a través de las alam- bradas habían .sLdo tantos que no se encontraban ya vo- luntarios prontos para realizarlos. Y su capitán designa- ba aquella noche personalmente a M. de Merillac. Salté de la trinchera y c~encé a rastrear hacia e! Este porque así me lo ordenaba una voz inexorable. Pe- ro mi terror, mi zozobra, mi desfallecimiento eran indeci- bles. Nadie que no haya pasado por ello puede saber lo que es eso. Sudaba copiosamente a pesar del hielo inten- so de la noche. Intentaba hundir mi rostro en el' barro congelado, entre las raíces de las hierbas, detrás de los montfculos de tierra producidos por las explosiones. Mi cuerpo se aferraba firmemente al suelo. Y sin embargo,

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