Playas de vidas: novelas cortas

222 Rosa Arciniega -¿Desde mi punto de vista? ¿Desde el tuyo no? -Dejemos eso. El mío es solamente mío. -Sólo tuyo. Mejor es así. De. otro modo habría que pensar que .... -Que estaba loco, dilo. Puedo asegurarte que me en- contraba en perfecto estado de normalidad. -Entonces .... Por pr1mera vez, durante este explicativo diálogo, Ar- lette se fijó en la intensa palidez del rostro de su marido, en sus ropas de presidiario, en la vaguedad de su mirada entristecida. -Entonces --1continuó..-, no lo entiendo. Resu1ta ab- surdo que, por salvar a ese hombre. . . . a ese malhec!hor vulgar, tu .... De Merilfac la atajó con un gesto de su mano: -Te ruego que no pronuncies palabras ofensivas, o por lo menos~ dolorosas .... -Repito que resulta absurdo que, por salviar a ese hombre, hayas venido tú a caer aquí. Sin .duda, la amis- tad posible que te unfa a él pudo más que tu amor hacia mí y má'S también que los días de felicidad que hemos vi- vido juntos hasta ahora. --Son dos cosas completamente distintas, Arlette. Pe- ro, además, sin ese hombre, ni yo te hubiera conocido a tí ni habrían existido esos días de felicidad. -No te entiendo. -Es muy sencillo. Ese hombre, Hertrnann Scheninger, hizo un día conmigo lo mismo que yo he hecho ahora con

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx