Playas de vidas: novelas cortas

218 Rosa APciniega -¡Qué diferentes nuestras rutas por la vida, después de aquella intersección de las nuestras por un momento! Pero "entonces", de seguro que ni uno ni otro pensába- mos en lo que habríamos de ser después. ¡Después! ¿No ha sido ."aquello" acaso la única realidad de nuestra vida? Siguió leyendo: "Estado: soltero". -Yo soy casado; tengo una hermosa mujer, amigos, afectos. . . . ¿Qué clase de desafecciones morales le ha- brán llevado a él hasta el crimen? Porque "entonces" no era seguramente un criminal. Mataba como matábamos todos. Aquellos ojos azules e ingenuamente bondadosos... Muchas veces había imaginado que sería un artista o un cariñoso profesor de instituto. Acaso lo sea en el fondo.... Pero.... ¡La vida está por encima de todos los fondos! ¿Y el mío'! ¿De qué clase de malezas se ha recubierto el mb durante estos veintiún años? De austeridades, de rigideces, de.... ¡Cuánto he cambiado yo también! ¿Cómo podría haberme reconocido Hermann Scheninger? Salió de su despacho y pensativo se dirigió a sus habi- taciones interiores instaladas en el propio edificio. Como todas las tardes, su mujer había salido, y M. de Merillac se· puso a contemplar viejos retratos suyos esparcidos por la pared y amarilleados por el tiempo. -¡Era ayer mismo y cuánto tiempo ha pasado des- de entonces? O mejor didho: ¡cómo hemos pasado nosotros por las cosas! Yo aquL ... él, ahí abajo.... Pero, ¿real- mente hemos pasado nosotros ni el tiempo? En este· mo- mento, yo tengo veintisiete años. Y él, Hermann Schenin- ger.... ,.•:

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx