Playas de vidas: novelas cortas

214 R&sa Arciniega Ningún signo exterior dejaba traslucir su turbadora emoción íntima. Lo mismo que durante cualquiera de a · quenas sus frecuentes visitas a las diversas dependencia;; del edificio regido por él, M. de Merillac iba avanzando con lento paso por los estrechos corredores, las manos a la es- palda, como siempre, y volviendo a uno y otro lado la cabeza para cerciorarse de que todo marchaba con perfecfa regularidad. Pero allá, al otro lado de la tupida tapia de su pen- samiento, el director de la prisión central, bajo cuya aus- tera vigilancia vivían mil doscientos sesenta y cinco re- clusos, se sentía esta tarde · -y por primera vez en su vi- da- reo de un grave pecado de pensamiento. _.¿Qué es lo que vas a hacer, M. de Merillac? ¿Com- probar simplemente si este hombre es? ... ¿Y para qué? ¿Y si fuera? ¿Y si? ... Vuélvete a tu despacho. Sea quien sea este hombre, para tí es el número "463". Pero se acercó al oficial de guardia, que paseaba con aire aburrido al extremo de la galería y, en un tono de voz absolutamente natural, le informó: --El número "463".... , un tal Hernnann Scheninger, ha sido condenado a muerte. Tome usted las precauciones debidas y, más tarde, traslá1delo a la celda correspondiente, ¿Sabe usted si le falta algo? ¿Si tiene que fornnular algu- na reclamación? -De nada se ha quejado hasta ahora. -Bien; vamos a verle de todos modos. Acompáñeme. Le latía el corazón con unos latidos isócronos y fuer-

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