Playas de vidas: novelas cortas

1 • 210 Rosa Arciniega men, era simplemente un número: ·el ...463"; el que cons- taba en el encabezamiento de la hoja de su inscripción en la cárcel, en su celda, y en sus ropas todas de vestir. No lo había visto tam:poco personalmente ni, entre las nu- merosas acusaciones de mal comportamiento de los re- clusos que a diario ascendían hasta su despacho, figuraba el nombre del asesino entregado a su custodia. Pero aquella tarde, al recibir la not:iifica'Ción de la sen- tencia terrible dictada contra Hermann Scheninger y fi. jarse detenidamente en este nombre, M. de Merillac sin- tió de pronto una violenta sacudida nerviosa que le hizo paralizar su lecturú, permanecer, luego, durante un largo rato, en emociünada actitud rememorativa y, finalmente, ponerse en pie de una manera automática, deletreando una y otra vez el exótico nombre: -Hermann . . . S ... chenin ... ger. Scheninger. ¿Se llamaba realmente ásí o lo confundo con?... No, nc1; no es posible Y, sin embargo . ¡Scheninger! Sí; estoy seguro de que éste era su nombre. Se notaba tan demudado, tan extremadamente inquie- to que, ante el temor de que en este momento lo viesen así su secretario o cualquiera de los altos empleados de la prisión que trabajaban a sus órdenes, fué hasta la puerta de su despacho y cerró el pestillo por dentro. -¡Hermann Scheninger!- pronunció entonces 'én voz alta-. Sí, se llamaba así. Pero, veamos: me bastará con recordar aquel momento. ¡He vuelto a oír tantas ve- ces en el silencio de la noche aquella voz! ... "Adiós; ve- te. No es fácil que volvamos a encontrarnos · en la vida

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