Playas de vidas: novelas cortas

202 Rosa Arciniega Y yo corro con mi nueva aurora de vida hacia mi sa- lita. Todavía con más intensidad que antes, se recogen ahora en mis pupilas mi vida y mi alma, mi luz y mi an- sjedad. Miro a todas partes. Con precaución. . . . Con te- rror . . . . Trémula . . . . Asustada .... No; no me atisba nadie. Estoy sola en esta bendita quietud cóill[)lice de la noche. . . . Rápidamente des.hago eJ envoltorio de ropas . . . Una manecita. . . . la otra .. . . ¡Y un rostro! A mi hiperestesia, a mi arrebato emocional de ,mo- mentos antes, sigue ahora un hondo aniqui~ami'ento de todas mis fuerzas, una desmadejada laxitud de todas las fibras nerviosas de mi organismo. Se relaja también mi es- píritu, herido por una desilusión inhumana. Luego, me pongo a rezar. Con lágrimas en los ojos. Con lágrimas en mi corazón. Con lágrimas en mi alma. Tiernamente ... Devotamente. "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús" . . . . * * * Y así, una noche . . • diez ... , veinte .... ¡Cuántas en mi vida ya! Pero hoy no puedo atender a mi buzón de auroras. Hoy, la fiebre me sujeta a esta humilde yacija, donde mi cuerpo, agotado por tantas noches de irµ>omnio, se consu- me. Hoy, sor Jesús y sor Agueda, sentadas a mi cabecera, me vigilan diligentes, por si, en el delirio de la fiebre, sa-

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