Playas de vidas: novelas cortas

198 Rosa Arciniega la tibieza de una ráfaga de aire de mi triste otoño. Te oprimo contra mi pecho, virginal aurora que, desde el doble misterio del más allá y del mundo de la calle, has Uegado hasta el buzón ciego y caritativo de mi hospicio. Calla, duerme, sueña, sonríe. Aquí, en este regazo mío, helado ahora, por excesivamente pasional en otro tiempo; yerto hoy, por excesivamente exhuberante ayer. Duerme y calla. Así, mientras yo te ciño esta cadena, ya demasiado pesada para tu cuello; mientras te signo con un número: "¡ 1.094!" para toda tu existencia; mientras cierro este broche sobre tu nuca que, ¡oh, pálida aurora de una vida!, sólo al llegar al crepúsculo, otras manos, las de la muerte, podrían quitarte ya. Medalla con un número, cadena enroscada a tu gar- ganta; único comprobante de tu personalidad en medio de tantas exist~ncias impersonales y difusas como van B rodearte. Marca infamante ante los ojos del mundo, grabada a fuego vivo sobre la albura de tu frente de cor· dero en medio de este rebaño unánime y de'scarriado, para que no acabes de perderte en él. ¡Triste aurora de vida que respondes al nombre fa. tf:dico "1.094": que otra cadena de rosas en forma de ca· riciosos brazos de mujer, borre algún dfa esta frígida cadena de dolor que ahora ciño a tu cuello! .... -¿Se la puso ya, sor ,Consolación? ¿Sf? Voy, enton· ces, a llevarlo a la sala general de lactantes. Seguramen· te tiene hambre y sueño .... Pero rtambién esta vez recabo el dulce trabajo para mí:

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