Playas de vidas: novelas cortas

-¿Qué número dijo usted, sor Consolación? -1.094. -¿Tiene ahí la medallita? -Sí; aguí está; pero permítame que se la ponga yo al <Cuello .. . . El bebé Daniel-acabamos de ponerlo Daniel al bau- tizarlo--pasa de las rodillas de Sor Jesús a las mías. Llo- riqueante. Rabioso. ¿Hambre ? ¿Frío? ¿Dolor? ¿Signo tan sólo acaso de la nostalgia del cielo qille deja atrás? ¿Terror ante la interro- gación que se proyecta delante de sus pasos por la tie- rra? ¿IJlora por lo que ha dejado o por lo que le aguar- da? De todos modos, no dolor puramente biolóigico. Esos deditos contraídos, apretados, retorcidos, como menudos garabatos, ¿no simbolizarán una muda protesta contra el exilio a estas _playas desoladas? ¿Un desesperado afe- rrarse al último cordoncito de una prehumana existencia en un mundo, ya difuso para él? ¿Una negativa de adap- tación a la nueva fórmula vital? Como sea, yo respeto vuestra crispación, frágiles ma- nitas encartuchadas por un sufrimiento humano o prehu- mano, y os doy el más cálido aliento de mis besos, por si, co;mo los ca'Pullos al amanecer, os queréis abrir así a

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