Playas de vidas: novelas cortas

192 Rosa Arciniega -Que la salves. Que me la salves. -La has asesinado tú. -No importa, ven. Ven. ¡Era tan frágil! ... -(Señores del público: sumo cuidado. El momento es extraordinariamente peligroso. Una distracción nuestra podría .resultar fatal. Sigamos los más leves movimientos de nuestro personaje). En el frenesí de su exaltación, Alberto mira ~ todas partes como queriendo indagar . . . Quizás intuye nues- tra presencia invisible ... Acaso pide un supremo asidero para sostenerse sobre el vacío funesto ... Pero, atención: esa mano temblorosa que instintivamente busca algo . . . Esa fría resolución escrita en sus ojos . . . Ese trágico gesto marcado en su rostro . . . Señores, ha llegado el momento de intervenir. Nues- tro experimento está perfectamente comprobado. Hemos creado un ser novelesco que realizó plenamente el ciclo vital que le habíamos designado. Pero no podemos dejarle consumar su destino. Yo, como novelista creadora de la farsa, voy a privar a nuestro personaje de su libre albe- drío, haciéndole ver mi realidad superior. Verán ustedes: reconocerá en seguida mi voz. -Alberto. (Observen cómo tiembla, cómo se sobrecoge). -¿Eh? ¿Quién me llama? -Yo. ¿No me conoce? -Sí; es usted mi creadora, mi novelista. Oh, la mal·

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