Playas de vidas: novelas cortas

Playa d~ Vidas 191 te pesará desoladamente. Escucha: ¿no sería más hermoso y heroico amarla dulcemente, devotamente desde lejos, desearla siempre viéndola en lontananza, bella e _inapre- hensible, fresca y lozana, como una ilusión que no enve- jece? - No. Yo quiero poseerla. Hacerla mía. Desposarme hoy mismo con mi Ilusión Suprema. -Reflexiona, Alberto. Es la única que puede quedar- te en la vida. Si ía asesinas, ¿qué será después de tí? -No me importa saberlo. Aparta. ¿No? Pues yo te aparto. ¡Así! De un violento empellón, lo arroja contra el suelo. Frenético, abre la puerta: -¡Gloria! . . . ¡Gloria! ¡Mía! ¡Por fin eres mía! . . . Vencida, ella extiende sus brazos: -¡¡Aquí me tienes!! • • • Para ellos, señores del público, unas horas después. (Para nosotros, hemos quedado en que el tiempo no exis· te. Permanecemos siempre en presente). Despavorido, gritando como un loco, Alberto sale del camarote de Gloria. En el pasiilo !:>e encuentra con su a- migo. Lo toma de la mano. -¡Pronto! ¡Pronto! Corre. Gloria se muere. Gloria a- goniza. -¿Y qué quieres de mí?

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