Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 189 venir en nada, pasea de un lado a otro, moviendo efe vez en cuando la cabeza. El mundo transatlántico, ignorante de estos peli- grosos juegos jugados sobre su costra movible, sigue ro- dando, entretanto, por su órbita planetaria. • • • El día siguiente. (Para ellos. Para nosotros, el tiempo no existe). Reparemos ante todo en la disposición de la escena: un rincón de cubierta. Algunos sillones diseminados aquí y allá. En uno de ellos, abatido -despojo de hombre- Alberto. Junto a él viene a sentarse de pronto una mujer de edad indeterminada, de rostro indefinible. Un poco más a1lá, paseando abstraído y con las manos atrás, nuestro personaje sereno. La nueva protagonista golpea suavemente en el hom- bro a nuestro personaje: -Vamos, Alberto, no sea usted niño. Deje a un lado esos pensamientos absurdos y trate de comprender. -No puedo comprender nada. -Gloria le ama. -¡Miente usted igual que ella! Gloria es una embus- tera. -No quiero escucharle. ¿Sebe usted que ella está muy enferma? ¿Que, en el delirio de la fiebre, le llama? -¿Eh?

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx