Playas de vidas: novelas cortas

188 Rosa Arciniega Pero, cuidado: Alberto se levanta. Fijémonos en su rostro, en sus ojos ... Ebrio, está ebrio. Se dirige hacia ella. ¡Y el anciano, impasible, mirando entretanto al mar! Bruscamente, Alberto detiene a Gloria en el centro de la pista. -Quiero bailar contigo. Gloria -veámosla- apenas se .sostiene en pie. Cie- rra los ojos. No quiere ver a Alberto. Huyendo, responde: -Imposible. Tengo todos los números comprometidos. (La tristeza se ha concretado en sus ojos). Súbitamente, el hombre sereno se dá cuenta de lo que sucede. A distancia, clava en ella su adusta mirada. Gloria ha comprendido .... Y ríe, ríe otra vez ... De pronto -¡horror!-, Alberto se sitúa a su lado de un salto. Brutalmente, la toma por un brazo: Sus palabras huelen a alcohol y a crimen: -¿No quieres bailar conmigo? ¿No? Eh., señores: ven- gan a ver de cerca a la más perdida de las . . . · (No hemos oído la palabra final. El barullo la estran- guló antes de nacer. Gloria tampoco la ha escuchado. Un desmayo la salvó del ultraje). -Y ya, esa algarabía del público no nos interesa. Vo- ces, imprecaciones, rumores, escándalo, nada. Veamos qué ha sido de nuestros persqnajes. A Gloria se la llevan a su camarote. En su rostro dormido se ha posado ahora la palidez de la muerte. Tres individuos luchan con Alberto para impedir que se arroje por la bor- da. En sus imprecaciones, en sus ojos, en su boca espu- meante, arde la locura. El hombre mundano, sin ínter-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx