Playas de vidas: novelas cortas

Playa de \'idas 18S quietud, su terrible desasosiego. Salta a la vista. Y tiene fácil explicación: no ha visto en todo el día a Gloria. Tampoco la encuentra ahora en el baile. Sus ojos, de vez en cuando, quieren interrogar a las estrellas, asir ca· bos de dudas en el aire sus manos. Hay momentos en que parece intuir también nuestra invisible presencia. Quizá siente el impulso de pedirnos auxilio. Pero, atención: acaba de ver a su amigo -siempre tan afable, tan mundan?-- y atropelladamente se precipita . sobre él. ¡Horror! Miren ustedes de qué modo más brutal lo ase por la solapa: -¿Dónde está Gloria? (Pero no, no ocurre nada. Aquilaten ustedes el valor de la serenidad: nuestro viejo personaje, elegantemente y como sin darse por enterado, se desprende de Alberto. Le saluda ceremonioso): -Caramba, Alberto: ¿Tú por aquí? Y, por su paesto, siempre tan mal educado, tan vehemente? Eres un perfec- to niño, a quien hay que reñir todos los días .. -¡Basta de farsas! Te repito que dónd~ está Gloria. -Puedo asegurarte, Alberto, que pierdes el tiempo si pretendes darme un escándalo. Mientras te calmas, voy a tomar un cognac. (Y vean con qué dominio de sí mismo lo realiza. Nues- tro protagonista, furioso, duda unos momentos; pero al fin, aparentemente tranquilo, viene a sentarse a su lado. Silencio: va a hablar): -Y bien; ¿puedo saber dónde está Gloria? -Ah, eso es otra cosa, Mberto. En ese tono sí puedo

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