Playas de vidas: novelas cortas

.\ . , • <' ~'( Playa de Vidas 183 nuestro personaje, sereno y mundano, la acompaña. Al doblar un recodo de la cubierta él la detiene de pronto. Algo inesperado vamos a oír. ¡Qué distraído resulta se- guir las peripecias de nuestras criaturas! ¡Qué inconmen- surablemente grandioso debe resultar ser Dios!). -Lo he visto todo y lo he oído todo, Gloria. -¿Todo? -Todo. Y no puedo calificarlo de otro modo que co- .mo una tontería. Pero una tontería que puede resultar trágica. -¿Para quién? -Para él. (Aprecien ustedes el dramatismo de estos diálogos, de estos silencios auténticos, no novelescos). -Y, en ese caso, ¿el culpable? -Dejemos a un lado las culpabilidades, Gloria. Yo os presenté, cierto. Pero bien sabes tú dónde termina un "flirt" y dónde empieza una pasión. El ha resbalado ya hacia la pasión. -¡No! -Es inútil mentirme a mí, (Horia. Un paso más, y estará irremisiblemente perdido. -Soy libre. -Ya lo sé. Pero es preciso que no vuelvas a ver a ese hombre. (Fíjepse en esa mueca de desaliento, en la negra no- che de tristeza que se ha desplomado en su alma). -¡No volverle a ver! ¿Qué pensará entonces de mí? -De eso se trata, Gloria; de que piense mal. De que

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