Playas de vidas: novelas cortas

Playa de Vidas 181 Veamos esta noche. La decoración es la misma. Menos romántica tal vez. Se nota la ausen.cia del baile, de las serpentinas de colores, de las pecheras blancas, de los vestidos descotados. En cambio, los diálogos resultan más íntimos, más reconcentrados e interesantes. Los paseos por la cubierta tjenen algo de citas pecaminosas. El licor es el personaje cómplice de todos los extravíos. -El champagne -dice Gloria a Alberto, retirando sus manos de la boca ávida de él- le ha hecho a usted perder la cabeza. · (Transtornado, obsérvenlo ustedes). -¡No, Gloria, no es el champagne! ¡Eres tú la que me embriagas, la que me enloqueces! (Silencio en ella. Emocionada, aparta sus ojos de los de él. Alberto, desalentado). -Te ríes de mí. -No, Alberto. Sufro viéndote sufrir y ... -¿Y? ... -Y quisiera, no sé, inventar algo, hacer algo para a- rrancarle esa pasión inexplicable. -Imposible. Mi vida no tiene ya más finalidad que tú . . . ¡Gloria: presiento que tú eres la escala por donde se asciende al eterno dolor. (Atención: ella -¿compadecida?, ¿enamorada?- to- ma una de las manos de nuestro personaje, que él, apasio- nado, lleva a su boca. Estremecida, Gloria recibe sus be- sos frenéticos).

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