Playas de vidas: novelas cortas

l80 Rosa Arciniega un baile prometido. Ella acepta. Se disculpa ante Alberto). -Excúseme, pero tengo tantos compromisos ya ad- quiridos esta noche . . . Con permiso, amigo mío. -Se va usted ... Gloria: antes, una palabra. Deme us- ted una esperanza . . . -Le espero; pero quizá cuando llegue -¿Qué? Acabe ... -Tampoco me encontrará. Se9úi+ ven ustedes, se ha perdido, ondulante, entre el oleaje rítmico del baile. Alberto, tembloroso, se desploma sobre el mimbre de un sillón. Mira en tornó, arriba, aba- jo ... Nada ve, nada oye. ¡El mundo y los cielos llenos están para él del nom- bre de GLORIA! Celos, celos horribles y prematuros taladran su alma. • • • Señores del público: durante estos tres días -aunque los días no existen para nosotros- el espectáculo dado por los personajes no nos ha parecido interesante. Idas y venidas por el mismo sendero del monólogo . . . Entrevis- tas fugaces de los dos . . . Primeros síntomas de una bo- rrasca pasional. Balbuceos . . . , sueños . . . , nada. Pongamos un compacto tachón de tiza sobre este sec- tor de tiempo anodinamente anecdótico. • • *

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx